Con acentuado interés asistí el pasado 8 de junio en la facultad de Biblioteconomía de Barcelona a una tarde dedicada a teorizar sobre ex-libris y coleccionismo literario. El tema de mi colección de húngaros da de sí no solo para juntarlos y leerlos sino para teorizar sobre la misma, luego no podía dejar de comparecer a un foro académico sobre la materia que viene a ser la ocupación fundamental de mi vida, o al menos en la que se me ha reconocido públicamente algún mérito en la madurez. A la postre el lector coleccionista deja de ser un consumidor de cultura y de alguna forma se convierte también en creador, amén de que probablemente tantos anónimos lectores a pesar de ser sólo lectores hayan consumido como tales muchas más lecturas que muchos escritores.
A las conferencias invité y me acompañó la encargada cultural del Consulado General de Hungría, la filóloga hispánica, Edina Lovass.
Me esperaba más del ponente de coleccionismo, era la última charla y no hubo tiempo para yo preguntar aunque no dejé de abordarle tras su exposición, y no me supo responder. De entrada él representaba a la Asociación de Bibliófilos de Barcelona y su interés se centra en el libro como aisladamente valioso por sí mismo, no tanto por su contenido sino por su valor editorial por artístico, raro o antiguo .En cambio para el coleccionista literario no bibliófilo lo significativo de su colección es el tema y por tanto el conjunto. El valor no será aisladamente de un ejemplar, el valor de un volumen podrá ser irrisorio, su valor será formar parte de un conjunto. Este aspecto no se lo comenté al ponente porque vi clara la diferencia, en suma es la diferencia entre el coleccionista bibliófilo y el coleccionista bibliógrafo []yo] Lo que sí quise abordar fue lo que considero caracteres esenciales para el coleccionista en general, el literario en particular y creo también para el coleccionista bibliófilo.
Ya abordé el tema en la exposición, luego publicada que en octubre de 2012 hice en la Universidad Complutense, pero he de insistir tras seguir pensando en ello: 1.-Acotamiento físico. Una colección no es un depósito, requiere un grado de aprehensibilidad por parte de su titular, tener parece algo más amplio que coleccionar, coleccionar implica abarcar físicamente, bien porque el objeto permita su dominio físico o corpóreo , uno no colecciona bosques, tiene bosques. O bien porque su número de ejemplares permita esa sostenibilidad física acorde a un individuo. Doscientos mil ejemplares en libros no es una colección , es un depósito o una biblioteca. Si la guarda de lo coleccionado exige varias naves de almacén, la colección ha sobrepasado sus límites razonables. Esto también supone la proximidad o cercanía del conjunto, tener una colección en otro continente no es una colección es en todo caso una propiedad. Y ello conduce al otro requisito esencial derivado del anterior y vicerversa, 2.- Acotamiento intelectual. La verdadera colección exige el conocimiento de la misma por su titular, en comunión íntima y cotidiana con sus objetos coleccionados, que permite abarcar su contenido y refrescarlo por estar volviendo a ella con asiduidad, lo cual no implica que no esté terminada, ya que aunque la dé uno por cerrada o simplemente esté completada, no quiere decirse que no la maneje .Por eso volviendo a lo anterior doscientos mil libros serían poco manejables intelectualmente por el titular de la colección.
Así la vuelta a sus elementos para refrescar su contenido o mera existencia resulta imprescindible.
El fin de semana anterior monté una ampliación de la biblioteca y este fin de semana necesitando ampliar el espacio para los húngaros y dejando huecos en los estantes para hacer sitio a nuevos y futuros libros he tenido que reordenar toda la colección después de tiempo, quería que estuviese toda junta sin solución de continuidad pero no podía ser y lo más oportuno ha sido separar a Zilahy en estantería ad hoc e individualizada para él. Así al limpiar, correr todos los libros y dejar huecos he visto en la parte más alta, y por tanto más inaccesible que tenía una copia de un libro que hice en 2004 y que creo que nunca volví a intentar conseguirlo, e inmediatamente me he lanzado a Iberlibro y lo he encontrado en París por 8 euros y 8,5 de envío. El coleccionista ha de estar encima no tanto por limpieza sino para su abarcamiento y control intelectual de lo que tiene ,y en este caso para actualizarlo El repaso de los ejemplares ha supuesto así que la copia de Janos Berecz, "1956, Contrarrevolución en Hungría" Tesys 1988, sea completada con el original que he encontrado en París como "Qué es la contrarrevoluvción apacible?" editorial Camilo Cienfuegos 1974.
Así la vuelta a sus elementos para refrescar su contenido o mera existencia resulta imprescindible.
colección Zilahy |
Los húngaros limpiados, espaciados y reordenados |
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Eliminar¿"tuvimos"?. me parece que equivocas el tiempo del verbo.
ResponderEliminarAl hilo de lo que comentas creo que puede distinguirse entre biblioteca y colección, yo dentro de la mía tengo la colección de húngaros y tú creo que también.
Por cierto tuve un desencuentro con un librero argentino y desistió de mandarme el pedido donde había dos Katrine de Habe, uno era el tuyo.
En el no orden de una biblioteca donde no hay por qué tener ordenada, creo que en cambio que sí una parte de ella es colección de algo conviene algún orden sobre todo para tener conocimiento exacto y memorizado de lo que tienes.
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