Un día es como una gran piscina, otro comienza a soplar el viento y aún no se forman olas, luego se levantan, y el viento viene de un lado o de otro o incluso de tierra y te tira para adentro, luego deja de soplar y las olas siguen pesadas apacibles y espaciadas esperando que las cabalgues, y acariciandote con su tonificante espuma. Entre tanto el decorado va cambiando de iluminación, hay sol o no, hay público yacente o paseante, o metido en el escenario a remojo.
Pero a diferencia del teatro eres un actor que prefiere la sala vacía, aunque esa agradable soledad es valorada cuando la has visto llena y el escenario ocupado de bañistas. Y luego otro día se suspende la función para los actores y la única representación en el escenario es la bravura de los elementos, espectáculo soberbio que te hace aún amar más aquel al evidenciarse tu impotencia para participar en esa función embravecida y desabrida que te recalca que la tramoya, el decorado y la ambientación condiciona tu guión y partitura.
11 de octubre de 2011
11 de octubre de 2011
Noviembre de 2008
11 de octubre de 2011
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ResponderEliminarComo se lo pasan Padre e hijo, estan en su elemento; menos mal que hay alguien que disfruta de ese Mediterraneo. -Saludos- jdfr
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